lunes, 29 de enero de 2024

Aquí la envidia y mentira /  me tuvieron encerrado.  Dichoso el humilde estado /  del sabio que se retira /  de aqueste mundo malvado. A la salida de la cárcel, Fray Luis de León

El no-yo se ha impuesto al yo. La máscara ha triunfado y el lugar de la libertad real lo ocupa la mentira que ofrecen bajo el mismo nombre ciertos regidores del pueblo de los rebuznadores, trileros rapaces a los que solo unos pocos les pueden arrojar aquel latinico que a Cervantes le parecía trillado y fácil de encontrar: «non bene pro toto libertas venditur auro». Tener que ganarse la vida en una sociedad que ha mezclado la fantasía neoliberal de los mercados autorregulados con la exhibición orgullosa del casticismo reaccionario es un drama cotidiano ante el que todos vuelven la cara. La lectura o Mujeres riendo mientras contemplan a un hombre que se masturba, de Goya no han perdido vigencia. La nueva banalidad del mal se ha convertido en rutina para personas completamente normales que gozan a diario con la difusión consciente de la mentira y con la burla humillante, aunque solo sea para lograr un “me gusta”. El dolor de los demás se consume como espectáculo y la violencia como exhibición de la tecnológica y de la funcionalidad.  Si ya no podemos más y decidimos dejarlo todo debemos recordar los versos de Miguel Hernández.
 
 Vengo muy satisfecho de librarme 
 de la serpiente de las múltiples cúpulas,
 la serpiente escamada de casullas y cálices: 
 su cola puso acíbar en mi boca, sus anillos verdugos
 reprimieron y malaventuraron la nudosa sangre de mi corazón. 
 Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos,  de aquella boba gloria: sonreídme...
 
 Me libré de los templos: sonreídme,  donde me consumía con tristeza de lámpara 
 encerrado en el poco aire de los sagrarios. 
 Salté al monte de donde procedo,  
 a las viñas donde halla tanta hermana mi sangre, 
 a vuestra compañía de relativo barro. 

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