martes, 30 de enero de 2024

En el bosque poblado de lobos, el cordero será siempre sacrificado (Lêdo Ivo)

Al igual que Josef K (El proceso, Kafka) siempre he sido acusado de cosas de las que ni yo mismo era consciente y son ellas las que me han salvado. Resultó que mis enemigos sabían mejor que yo lo que era aquella irreductible conservación del sentido que hacía que todo me pareciese más extraño cuanto más real. Es verdad que me han robado el tiempo y la palabra, pero ahora, vencido y traicionado, esa involuntaria incapacidad para creerme lo que estaba ocurriendo ha permitido que vayan cayendo todas las capas superpuestas e incluso creo haber recuperado parcialmente la cordura. Si logramos resistir la adversidad habremos ganado nuestra propia voz, pero la frustración también nos expone a muchos peligros. Sin haber leído a Virgilio, quienes educadamente nos cierran sus puertas saben que la omisión puede ser tan cruel como la acción porque la mayor dificultad consiste en hallar el punto de partida y si este no se encuentra, es más difícil sembrar el cielo de estrellas que bajar a un Averno cada vez más profundo y oscuro. El silencio basta para provocar esa caída que sirva de contrapunto a la idealización que los satisfechos hacen de sí mismos. Séneca sabe que a pie llano nadie llega a la altura, pero también que “solo la primera parte tiene rocas y piedras”. Ellos y buena parte del sistema que se nos presenta como benefactor son el tema del poema de Bertolt Brecht titulado “Maneras de matar” y solo pocas de esas cosas están prohibidas en nuestro estado.

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