sábado, 18 de mayo de 2024

La historia está en la verdad, la verdad no está en la historia. Theodor Adorno

 Adorno admite el carácter histórico de la verdad en el sentido de que no existe una verdad por encima del tiempo. En todo caso, para Adorno es una verdad que está en el objeto y no en quien la trata de comprender: las modificaciones en la manera de pensar no cambian el mundo. Para Adorno, la verdad no es  plausible, es decirno depende del consenso subjetivo. Además, se trata de una verdad objetiva. aunque no se perciba de forma inmediata en su apariencia, sino mediante la acción cognitiva. La verdad ni se ha dado ni se dará, mucho menos en los enunciados afirmativos y solo nos podemos acercar a ella mediante la crítica constante: en el principio fue el motín. Tanto es así que el propio Cándido, de Voltaire acabó reconociendo no solo la falsedad del optimismo panglossiano, sino la de cualquier teoría que niegue los hechos. Así es como Descartes inauguró la modernidad una vez superada definitivamente la Edad Media. Según George Lukács. "cada época necesita otros griegos, otra Edad Media y otro renacimiento. Cada época se procurará los suyos, y sólo los sucesores inmediatos creerán que los sueños de sus padres han sido mentiras que hay que combatir con las nuevas verdades propias". 
 La segunda parte de la afirmación de Adorno es más problemática. Leibniz, más influido por la Escolástica que Descartes, afirmaba que nada existe sin razón. Adorno es muy pesimista a este respecto y pese a sus afinidades intelectuales con Hegel y Luckács tampoco comparte su optimismo acerca de la posibilidad de alcanzar una síntesis entre razón e historia: aunque comprensible racionalmente, el objeto no es racional. La relación de Adorno con la dialéctica y el materialismo pasa por una incansable búsqueda de la verdad y por la exigencia de que la razón se critique a sí misma para que ni esta se convierta en barbarie ni caigamos en la tentación de identificar la verdad con lo real, tarea para la que el arte y el verdadero humor nos servirán de ayuda. Según sus críticos, la supuesta intransigencia de Adorno le impiden romper el cerco de la metafísica, pero la condena al idealismo por parte del autor de Dialéctica negativa está fuera de toda duda y si recurrió a él solo fue para atacarlo desde dentro: según Hegel, “lo verdadero es el todo”, mientras que para Adorno “el todo es lo no verdadero”. Adorno no admite falsas reconciliaciones con los resultados reales que hasta ahora ofrece la historia de la verdad porque afirmar la positividad  de la existencia  es una injusticia para las víctimas. Adorno compartía con Walter Benjamin la certeza de que la esperanza es nada si no la tomamos como una de las muchas deudas que hemos contraído con los que sufren. Para Adorno, quien carece de razón se adapta a la sociedad demencial, mientras que solo el excéntrico está en condiciones de frenar el desvarío reflexionando a cerca de la “irrealidad de la desesperación”, término que él mismo había acuñado a partir de algunas ideas de Benjamin y Kracauer. La utopía de su dialéctica negativa no es solo la erradicación del sufrimiento, sino la "revocación del que ocurrió irrevocablemente".
 Tinieblas es la luz donde hay luz sola”, escribió Unamuno. Por eso Juan de Mairena aconsejaba a sus alumnos “una posición escéptica frente al escepticismo”. Aunque por caminos distintos, también Sartre y Adorno reivindican la inadaptación, el desajuste, lo adverso, la herida. Para el autor de La Náusea todo es sinrazón y contingencia, pero el ser humano, pese a ser una pasión inútil, puede dar sentido a su vida a través del arte y la actividad política en favor de los desfavorecidos, de ahí sus críticas al psicologismo burgués de Proust. Sartre sabe que el ser humano está alienado, pero entiende que recuperar la libertad original justifica la existencia.
¿Tu verdad? No, la Verdad,/ y ven conmigo a buscarla./La tuya, guárdatela. A. Machado. La posmodernidad impuso la creencia de que "no hay verdad, solo interpretaciones", lo que supone una falta de respeto a la evidencia que, según Daniel Dennett, dio lugar a una generación de académicos disminuidos para los que solo hay "conversaciones" en las que nadie está equivocado. En realidad se trata de una falsa tolerancia que se ha traducido socialmente en una falta de capacidad para escuchar a los demás. La verdad ya no interesa, pero a lo largo de la historia ha ofrecido numerosas teorías y representaciones. Por un lado encontramos la erudita insatisfacción de Fausto con la realidad que le hace asumir los riesgos que implica su búsqueda, aún a sabiendas de que esta es inalcanzable. Por otro, una limita capacidad para pensar que se conforma con planteamientos pintorescos y que solo cree en lo que se presenta a primera vista. El problema es que ni todas las incredulidades son iguales ni es lo mismo un escéptico que un dialéctico. Para Niels Bohr, lo contrario de una verdad no siempre debe ser una mentira, sino por el contrario, puede ser otra profunda verdad. Además, buena parte de lo que vemos en la actualidad es falso e incluso lo feo que expresaba negatividad "se ha vuelto pulido" Byung-Chul Han). Como en la novela de Simone de Beauvoir, todo es mentira, salvo Las bellas imágenes, esas fantasías sobre las que un día deberemos levantar la vista.

Cioran es el autor cuya obra se erige como el mayor monumento posible al nihilismo y a la imposibilidad de conciliar la verdad con la historia. El autor de Breviario de podredumbre afirma que la descomposición preside las leyes de la vida, lo que justifica tanto su admiración por la España antieuropea como su preferencia por las mujeres porque, según él son más desequilibradas que los hombres. El conformismo desesperado de Cioran se sitúa en las antípodas de la dialéctica negativa de Adorno y del mesianismo de Benjamin, sin embargo, al igual que ellos, estaba convencido de que "en el juicio final solo se pesarán las lágrimas". De Cioran también nos quedaremos con otra de sus afirmaciones: "Dios le debe todo a Bach".
 Mientras vivamos, ni los libros ni los recuerdos que creíamos extraviados habrán dicho su última palabra ni su verdad final, de ahí la necesidad de dialogar permanentemente con lo distinto. La épica de un mundo sin clases sociales ha terminado en tragedia; sin embargo, Marx estaba convencido de que en medio de la necedad de los pueblos prenderá una llamarada súbita de inteligencia. Si ese fuego sigue siendo posible solo surgirá del dolor de las víctimas y de la capacidad para conmoverse que aún pueda seguir latiendo en los seres humanos. Para Benjamin, “Sólo por mor de los desesperanzados nos ha sido dada la esperanza”. Como en los versos de Juan Gelman, el pájaro, la flor y el violín que un día fuimos seguirán madurando en la penumbra aguardando el dichoso día de nuestro reencuentro. Luego, a quienes los dioses no dieron la gloria interminable (Borges),  la muerte nos compensará, al fin, con el privilegio de ser olvidados.