domingo, 31 de marzo de 2024
La historia está en la verdad, la verdad no está en la historia. Theodor Adorno
viernes, 29 de marzo de 2024
El inconsciente está estructurado como un lenguaje. Lacan
Toda aproximación a la obra de Lacan comienzan con el aforismo que afirma que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, es decir, el inconsciente habla y es necesario desovillar lo que dice. Lacan entiende el inconsciente como un capítulo de nuestra vida `que al estar censurado ha sido ocupado por una mentira: "pienso donde no estoy, estoy donde no pienso". El consciente no entiende lo que dice el inconsciente porque su discurso es el del otro, la verdad está escrita en otro sitio. Yo es otro, escribió Rimbaud.
El síntoma histérico muestra la estructura de un lenguaje del mismo modo que los recuerdos de la infancia, el vocabulario, el estilo y el carácter de cada uno de nosotros conservan la huella distorsionada de nuestra historia personal. El inconsciente sabe más de nosotros que nosotros mismos, se niega a seguir el paso que le marcan y es un infierno en el que no es posible el olvido. Se expresa en el sueño y en la neurosis mediante síntomas que son el significante de lo reprimido, por lo que debemos descifrar su enigmático lenguaje como si fuera un jeroglífico y sabiendo que todo lenguaje puede servir como ocultamiento de la verdad. El síntoma y el sueño son condensaciones o relatos manifiestos en los que se producen desplazamientos respecto al relato latente mediante la magnificación o reducción de algunos elementos. Esto es lo que ocurre en esas pinturas mitad cotidianidad y mitad irrealidad en donde personajes de diferentes edades escenifican en un instante el transcurso de toda una vida según la experiencia de cada artista o su propia pasión. Un ejemplo de esto último nos lo ofrece Robert Berény cuando pide a su esposa que pose vestida de rojo para la arrebatadora pintura Mujer tocando el violonchelo, cuando en realidad hacia años que ella había dejado de tocar este instrumento. Ni tan siquiera en el mundo consciente resulta sencillo identificar e incluso verbalizar las causas sociales de nuestro malestar.
Algunos querían pensar que las ideas de Freud solo habían sido un mal sueño. Otros las estaban utilizando disciplinariamente con fines consumistas y para readaptar a los individuos a sus funciones productivas. Por contra, el freudomarxismo relacionaba la neurosis con el capitalismo. A contrapelo de todos ellos, la vuelta a Freud que proclama Lacan sirviéndose de la lingüística estructural iniciada por Saussure pretende saber quienes somos mediante la restauración de un original que creía perdido. Tras numerosas controversias Lacan acabó expulsado de la Sociedad Internacional de Psicoanálisis y disolviendo la Escuela que él mismo había fundado alegando que tampoco ella había reconocido su filo cortante. También en el arte ocurre que lo que surge como necesidad espontánea se acaba petrificando en estilo.
Lacan quiere conocer lo que dice el inconsciente cautivo con la única finalidad de restituir la plenitud del sujeto. Su intención no es acceder a la verdad oculta bajo la dura piel de los herreros del yo para luego, una vez descubierta, darle a la vida su razón de ser o para hacernos más dichosos. Para ser felices tampoco es necesario rebuscar en códices y abadías porque lo que nos marchita e impide que estemos bien con nosotros mismos es el tipo de vida que nos imponen. De hecho, solo cuando Tolstoi no pudo seguir fingiendo en una sociedad inmisericorde fue cuando comenzó a preguntarse "¿Por qué he venido? ¿A donde me dirijo? ¿De que estoy huyendo y adonde?" (Las memorias de un loco). El psicoanálisis da sentido a lo que el ser humano lleva escribiendo, pintando y expresando en notas musicales desde hace siglos, pero no a la vida. Según Lacan, el ser humano está dominado por un inconsciente que ni conoce ni es ese inframundo de pulsiones perversas que tratamos de ignorar, sino la desmesura picassiana, un bosque de flores amargas con las que debemos aprender a convivir y sobre las que hay que interrogarse a la manera de esos árboles que meditan como estatuas cuando el sol se pone en los versos de Federico. "Si buscas la verdad, prepárate para lo inesperado" (Heráclito).
jueves, 28 de marzo de 2024
La Náusea, Sartre (II)
"La Náusea", Sartre (I)
Roquentin, el protagonista de La Náusea, solo se interroga acerca de la absurdidad de nuestra existencia cuando abandona su empleo. Hasta entonces, todo habían sido certezas: trabajar, comer, fornicar, consumir y dormir. Tres de las principales preguntas que se plantean en La Náusea son las siguientes: ¿por qué semejante situación no provoca en los demás las mismas náuseas que a Roquentin?; ¿cómo es posible que los burgueses lleguen a creerse seres necesarios en lugar que contingentes como todos los demás? y, por último ¿es suficiente con pensar y ser o es necesario hacer?
Roquentin indaga sobre estos temas a partir del "pienso luego existo", de Descartes; del desvalido Dasein heidggariano y del volver a las cosas mismas de Husserl. De momento la única justificación de su existencia es una biografía de Rollebon que está escribiendo entre la biblioteca y el Café Mably de Bouville, ciudad imaginaria en cuyo museo se exhiben los elegantes retratos de las únicas personas cuyas vidas son valiosas. Ellos son los elegantes jefes políticos y empresariales que han pasado a la posteridad porque solo gracias a ellos existe la ciudad de Bouville, de ahí que ahora muestran sus vidas sin defectos en el salón Bordurin-Renaudas para que puedan recibir el afecto y la admiración que merecen por parte de los mediocres. "Las mujeres, dignas compañeras de esos luchadores, fundaron la mayoría de los patronatos, casas cunas, talleres de caridad. Pero fueron ante todo, esposas y madres. Educaron hermosos hijos, les enseñaron sus deberes y derechos, la religión y las tradiciones de Francia". Los Pacôme son hoy la familia más rica porque el padre de todos ellos nunca se equivocó ni jamás tuvo una sombra de duda. Roquentin asumía sin rencor los derechos de estas personas ilustres a ser venerados y obedecidos por quienes, como él están en el deber de obedecer porque sus vidas solo son "como una piedra, como una planta, como un microbio". En general se trata de una élite que saltó de la industria a la política porque para ellos mandar no es un derecho, sino su principal deber. Luego, estos "cochinos" crearon el club del Orden, entre otras cosas para facilitar los matrimonios más adecuados para sus hijos. Es verdad que Pacôme también es mortal, pero su despedida no es como la de la pintura de Richard Séverand titulada La muerte del célibe. En la tela, "el ama de llaves, de facciones marcadas por el vicio, había abierto ya el cajón de la cómoda, y contaba escudos. Por una puerta abierta se veía, en la penumbra, un hombre de gorra aguardando con un cigarrillo pegado al labio inferior. Cerca de la pared, un gato indiferente bebía leche".
El doctor Wakefield también le habló a Roquentin de Rémy Parrottin, en mi opinión uno de los personajes mejor descritos en La Náusea. Se trata de un gran hombre "de los que dicen: «¿Los socialistas? ¡Bueno, yo voy más lejos que ellos!». Para seguirlo por este camino peligroso, era preciso abandonar en seguida, estremeciéndose, la familia, la Patria, el derecho de propiedad, los valores más sagrados. Hasta se dudaba un segundo del derecho de la «élite» burguesa a mandar. Un paso más, y de improviso todo quedaba restablecido, maravillosamente fundado en sólidas razones, a la antigua. Uno se volvía y divisaba allá atrás a los socialistas, lejos ya, muy pequeños, que agitaban el pañuelo gritando: «Espérennos»"
domingo, 24 de marzo de 2024
"Walden", H. D. Thoreau
Henry David Thoreau es un inconformista roussoniano que no solo acusó a quienes contaminaban los ríos del paraíso, sino que también se negó a pagar impuestos en protesta contra la esclavitud y contra la invasión de México por parte de los Estados Unidos. En tales circunstancias es razonable que sus dos libros más conocidos sean Desobediencia Civil y Walden. En este último nos narra su vida solitaria durante algo más de dos años en plena naturaleza y se le nota que ha vuelto feliz y orgulloso de sí mismo. Según el propio Thoreau, la razón por la que abandonó los bosques fue la misma que lo había llevado a ellos: "Tal vez me pareciera que tenía más vidas que vivir y no podía dedicarle más tiempo a aquella". Thoreau, al igual que Whitman, cree que los aspectos esenciales de la vida se encuentran en la naturaleza y que los seres humanos forman parte de ella. También es posible que la necesidad que ambos tenían de vivir en lugares no habitados se deba a que "aún no han sido un campo de batalla" (Wislawa Szymbroskaya). Thoreau nos relata los mismos cuentos terrestres de animales y de plantas que Miguel Hernández contaba a Neruda. Además, como ambos poetas, Thoreau también demuestra ser un adelantado a su tiempo cuando en el capítulo primero de Walden escribe que es "duro tener un supervisor sureño y peor tener uno norteño, pero lo peor de todo es que seáis vuestros propios negreros". Más adelante, podemos leer que "Las miríadas que construyeron las pirámides que serían la tumba de los faraones eran alimentadas con ajo y es posible que no fueran decentemente enterradas". Thoreau sabe que mientras algunos han sido elevados por encima de las bestias, otros han sido degradados por debajo de ellas, en ambos casos de forma injusta. Thoreau también afirma "que la mayor parte de lo que mis vecinos llaman bueno es malo y, si me arrepiento de algo, probablemente sea de mi buena conducta". En mi caso, esa buena conducta que me causa remordimiento es precisamente la de haber perdido tantos años en un empleo que detestaba.
Ya no se trabaja, sino que se tienen empleos y la empleabilidad es propia de los instrumentos. Nos convertimos en utensilios durante más tiempo del necesario porque la minoría que se apropia del tiempo y la libertad de la mayoría nos inculca la idea de que perder la vida con cualquier empleo es un virtuoso deber al que ellos han renunciado. Es evidente que si se trabajara menos horas habría más puestos de trabajo para quienes quieren ocuparlos. Otra cosa será que nuestras actividades en el nuevo tiempo libre dejen de ser tan pueriles como ahora que el látigo y la fusta han dejado de ser necesarios para dejar claro quien manda. Para evitar que la propia tecnología que crea las condiciones para la emancipación de nuestra inteligencia acabe convirtiéndose en instrumento de dominación tendrían que cambiar y que asimilarse muchas cosas que desde el comienzo de la era de los grandes charlatanes no podemos ya ni imaginar. Thoreau evoca los tiempos en que había filósofos en lugar de profesores de filosofía y lo admirable que era vivirla con sencillez, independencia y magnanimidad. Cerramos el libro, volvemos a mirar la fecha en que fue escrito y pensamos que para bien y para mal esos tiempos no volverán. Desde que el mundo quedó en manos de políticos insensatos y comisionistas que tanto en un campo de trigo como en un campo de batalla solo ven negocio han caído muchos puentes. Duchamp lo vio en la estética y planteó como pocos la necesidad de volver a preguntarnos por lo que es el arte, pero ya era tarde y tanto él como la pregunta se explotaron como forma insustancial. España no es el único país en el que se entregan demasiadas cartas de hidalguía fomentando la estupidez y los resultados no podían ser mejores a nivel global: exhaustos, descubrimos que en la era de la información, los espejismos y las falsas certezas son más numerosos que nunca. A la larga, "los hombres sólo dan en el blanco al que apuntan. Por tanto, aunque fallen de inmediato, harían mejor en apuntar a algo elevado" (Walden, H. D. Thoreau).