viernes, 29 de marzo de 2024

El inconsciente está estructurado como un lenguaje. Lacan

 Toda aproximación a la obra de Lacan comienzan con el aforismo que afirma que el inconsciente está estructurado como un lenguaje, es decir, el inconsciente habla y es necesario desovillar lo que dice. Lacan entiende el inconsciente como un capítulo de nuestra vida `que al estar censurado ha sido ocupado por una mentira: "pienso donde no estoy, estoy donde no pienso". El consciente no entiende lo que dice el inconsciente porque su discurso es el del otro, la verdad está escrita en otro sitio.  Yo es otro, escribió Rimbaud.

El síntoma histérico muestra la estructura de un lenguaje del mismo modo que los recuerdos de la infancia, el vocabulario, el estilo y el carácter de cada uno de nosotros conservan la huella distorsionada de nuestra historia personal. El inconsciente sabe más de nosotros que nosotros mismos, se niega a seguir el paso que le marcan y es un infierno en el que no es posible el olvido. Se expresa en el sueño y en la neurosis mediante síntomas que son el significante de lo reprimido, por lo que debemos descifrar su enigmático lenguaje como si fuera un jeroglífico y sabiendo que todo lenguaje puede servir como ocultamiento de la verdad. El síntoma y el sueño son condensaciones o relatos manifiestos en los que se producen desplazamientos respecto al relato latente mediante la magnificación o reducción de algunos elementos. Esto es lo que ocurre en esas pinturas mitad cotidianidad y mitad irrealidad en donde personajes de diferentes edades escenifican en un instante el transcurso de toda una vida según la experiencia de cada artista o su propia pasión. Un ejemplo de esto último nos lo ofrece Robert Berény cuando pide a su esposa que pose vestida de rojo para la arrebatadora pintura Mujer tocando el violonchelo, cuando en realidad hacia años que ella había dejado de tocar este instrumento. Ni tan siquiera en el mundo consciente resulta sencillo identificar e incluso verbalizar las causas sociales de nuestro malestar.

 Algunos querían pensar que las ideas de Freud solo habían sido un mal sueño. Otros las estaban utilizando disciplinariamente con fines consumistas y para readaptar a los individuos a sus funciones productivas. Por contra, el freudomarxismo relacionaba la neurosis con el capitalismo. A contrapelo de todos ellos, la vuelta a Freud que proclama Lacan sirviéndose de la lingüística estructural iniciada por Saussure pretende saber quienes somos mediante la restauración de un original que creía perdido. Tras numerosas controversias Lacan acabó expulsado de la Sociedad Internacional de Psicoanálisis y disolviendo la Escuela que él mismo había fundado alegando que tampoco ella había reconocido su filo cortante. También en el arte ocurre que lo que surge como necesidad espontánea se acaba petrificando en estilo. 

 Lacan quiere conocer lo que dice el inconsciente cautivo con la única finalidad de restituir la plenitud del sujeto. Su intención no es acceder a la verdad oculta bajo la dura piel de los herreros del yo para luego, una vez descubierta, darle a la vida su razón de ser o para hacernos más dichosos. Para ser felices tampoco es necesario rebuscar en códices y abadías porque lo que nos marchita e impide que estemos bien con nosotros mismos es el tipo de vida que nos imponen. De hecho, solo cuando Tolstoi no pudo seguir fingiendo en una sociedad inmisericorde fue cuando comenzó a preguntarse "¿Por qué he venido? ¿A donde me dirijo? ¿De que estoy huyendo y adonde?" (Las memorias de un loco). El psicoanálisis da sentido a lo que el ser humano lleva escribiendo, pintando y expresando en notas musicales desde hace siglos, pero no a la vida. Según Lacan, el ser humano está dominado por un inconsciente que ni conoce ni es ese inframundo de pulsiones perversas que tratamos de ignorar, sino la desmesura picassiana, un bosque de flores amargas con las que debemos aprender a convivir y sobre las que hay que interrogarse a la manera de esos árboles que meditan como estatuas cuando el sol se pone en los versos de Federico. "Si buscas la verdad, prepárate para lo inesperado" (Heráclito).

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