martes, 23 de abril de 2024

El obstáculo ocasional

 Fernando Pessoa veían en el patrón Vasques el "obstáculo ocasional" que le impedía ser el dueño de sus horas, pero el sagrado transeúnte de Lisboa no tenía más sentimiento político o social que su patriotismo, entendido este no como amor a la nación, sino a la lengua portuguesa. Pessoa escribe que su único odio iba dirigido a la página mal escrita, a la sintaxis equivocada y "a la ortografía sin ípsilón". Pessoa opina que los revolucionarios son estúpidos. Según su propio relato, un día se encontró con una manifestación de obreros que sin saber lo que reclamaban le parecieron estúpidos. Al verlos sintió náuseas: porque “¡ni siquiera estaban suficientemente sucios!...corrían como basura”. 
 Pessoa siente que entre él y la vida siempre hubo un cristal, dice haber sido el devaneo de lo que quiso ser y que su vida es lo contrario a lo que deseó: "nunca he sido sino un vestigio y un simulacro de mí. Mi pasado es todo cuanto no he conseguido ser". En su Libro del desasosiego duda si era excesiva su sensibilidad para su inteligencia o su inteligencia para su sensibilidad y afirma que no ha representado nada, sino que le han representado. Sin embargo, se resigna y nunca se plantea que el problema pudiera ser social o político. Pessoa sabía escuchar el viento de la misma manera que Homero, pero tampoco le interesaba la sensualidad real ni lloraba por nada que trajera o se llevara la vida. Para él, en la palabra está contenido todo, pero, a diferencia de María Zambrano, el inclasificable creador de escritores estaba "seguro de que, en un mundo civilizado perfecto, no habría otro arte que la prosa". En él no solo faltaría la poesía, sino también la música, la pintura, la escultura y esas otras artes menores como la danza o la declamación. Es posible que Pessoa estuviese pensando en frases tan fértiles como las que unas décadas más tarde Marguerite Yourcenar y Gabriel García Márquez pusieron en boca de Adriano y de José Arcadio Buendía, respectivamente:

- “Una mujer cuya belleza algo fría me hubiera seducido, de no haber decidido simplificar mi vida reduciéndola a lo que para mí era esencial, tañó un arpa triangular de triste sonido (Memorias de Adriano, Marguerite Yourcenar) 

- “ Lo único que logró desenterrar fue una armadura del siglo XV con todas sus partes soldadas por un cascote de óxido, cuyo interior tenía la resonancia hueca de un enorme calabazo lleno de piedras. Cuando José Arcadio Buendía y los cuatro hombres de su expedición lograron desarticular la armadura, encontraron dentro un esqueleto calcificado que llevaba colgado en el cuello un relicario de cobre con un rizo de mujer” (Cien años de soledad, Gabriel García Márquez).

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