martes, 23 de abril de 2024

¿Qué sería una felicidad que no se midiera por el inmenso dolor de lo existente? Porque el curso del mundo está trastornado . T. Adorno


 Esquilo escribe en Agamenón lo siguiente: “por el dolor a la sabiduría”. Esquilo recurre a la mitología para expresar algo nuevo: la forma dialéctica en la que los seres humanos van a interpretar a partir de entonces su vida personal y social como una realidad en constante perfeccionamiento. Séneca repite que si decimos que la vida es un viaje del engaño al desengaño es porque previamente hemos sido engañados, de ahí que tuviera por infeliz a quien nunca ha sido infeliz. También Sartre pensó que confundir el desencanto con la verdad es cosa de soñadores. No es este el caso de Esquilo, para quien el dolor no conduce al desengaño, sino a la sabiduría, pero tanto el dolor como la sabiduría de Agamenón se plantean de forma polémica y abierta a la interpretación de un público cuya madurez cultural resulta tan sorprendente como el hecho de que estas obras expuestas a múltiples apreciaciones hayan sido promovidas por el poder.  
 En el mundo griego la vida individual es inseparable de la sociedad del mismo modo que la tragedia también lo es de la democracia. José Hierro nos ofrece otra visión más íntima del dolor cuando escribe que Por el dolor llegué a la alegría. Los funerales de los héroes de Hierro  tienen lugar en D’Agostino Funeral Home entre flores artificiales, cirios eléctricos y sin presencia de las musas. Pese a estas diferencias, ni en el caso griego ni en el de Hierro cabe hablar de oxímoron, sino de dialéctica. Tampoco de melodía, sino de armonía y contrapunto. Hierro nos recuerda que fondo y forma son inseparables en poesía, aunque cada fondo tiene una forma adecuada que le impide caer en la retóricaDescubrir que nos han despreciado es triste, pero también nos permite reconocer la verdadera bondad donde quiera que se encuentre, incluso en nuestro interior. Me celebro y me canto a mi mismo, escribe Whitman. La soledad, en que hemos abierto los ojos (Vicente Aleixandre) y la generosidad que hemos derrochado en plena fiebre del oro no debe afligirnos, sino dorar nuestra autoestima con el misterioso sol que a partir de entonces amanecerá en el reino triste (José Hierro).

No hay comentarios:

Publicar un comentario