lunes, 22 de abril de 2024

Sangran

 

 Hay mucha gente que ha perdido la capacidad de leer, atrofia a la que contribuyó Walt Disney cuando decidió sustituir la complejidad de autores como Andersen o clásicos de la literatura universal como PinochoPeter Pan por simplificaciones audiovisuales adaptadas a la ideología capitalista, al negocio y a la difusión de una imagen idílica de la sociedad americana amenazada por personajes siniestros. Quienes no leen renuncian a buscarse a sí mismos en las palabras eternas e incluso a reflexionar acerca de lo que en realidad sienten. Al carecer del instinto con que la naturaleza ha dotado a los animales muestran una extraordinaria resistencia a salir del redil, pero a cambio logran desarrollar una poderosa médula espinal junto a la que pasan felices el resto de su vida. Esta conducta nos hace recordar el viejo principio sintetizado por Bentham, según el cual, la mejor norma jurídica es la que garantiza "la mayor felicidad para el mayor número de personas". La aparente ingenuidad de esta sentencia, su sentido común y los intentos de relacionarla con Aristóteles prescindiendo de las virtudes y de la metafísica ilustran lo que el capitalismo ha hecho de nosotros. Nunca he tenido una vocación específica, pero esta absurda máxima utilitarista despertó mi interés por la Filosofía del Derecho entendida como punto de encuentro de una pluralidad de saberes que nos permiten estudiar la ley desde perspectivas históricas, filosóficas y políticas. No es una materia en la que abunden las verificaciones empíricas que se exigen hoy en día, pero podemos afirmar que sin crítica, todo lo que un día fue emancipador se acaba convirtiendo en dominación: Al principio, incluso la justicia funciona, escribe Wislawa Szymborska. Es lógico que este carácter de campo abierto en tierra de nadie moleste a los positivistas y a los partidarios de establecer fronteras precisas entre disciplinas académicas, por lo que es posible que estos científicos tampoco estén de acuerdo con el poema "Límites" de Juan Gelman.



¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?
¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?
Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.

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