lunes, 29 de enero de 2024

“La aprobación deifica de la ‘constitución de Licurgo’, en oposición a la ley puramente humana de la democracia y su relatividad”

La paideia y la dialéctica implícitas en los poemas homéricos, en la tragedia o en los Diálogos de Platón sentaron las bases de lo que hoy consideramos indiscutible. Sin ellas no hay logos, comprensión de la realidad ni conocimiento. Del mismo modo, la sociedad griega nos permite conocer la manipulación de la que somos objeto por parte del poder y las idealizaciones en las que incurrimos, también de los propios griegos clásicos. 
 Como dice Lledó, no hay logos sin memoria y en el centro de este proceso se encuentra la paideia, ideal de educación que daba sentido a la existencia individual y comunitaria de la que se ocupó ampliamente Werner Jaeger. En su libro Paidea podemos leer que el principio espiritual de los griegos no es el individualismo, sino el humanismo, de ahí la importancia del decoro; de la cultura no como algo externo a la vida y de la arete, comportamiento virtuoso que empezó siendo exclusiva de los héroes y que se extendió al conjunto de los ciudadanos. Pero la democrática sociedad ateniense no es idílica y a medida que se hacía cada vez más compleja también aumentaban los problemas, de ahí que en el siglo IV, incluso el propio Platón, idealizase de forma anacrónica la sencillez de la antigua Esparta de Licurgo y las soluciones que aquella ruda sociedad militarista rival de Atenas ofrecía a problemas que en realidad nunca llegaron a conocer. Además, el pueblo espartano carecía de libertad para hablar y se limitaba a votar si o no a las propuestas de la aristocracia militar, lo que facilitaba notablemente la toma de decisiones, de ahí que constantemente se recordara “la aprobación deifica de la ‘constitución de Licurgo’, en oposición a la ley puramente humana de la democracia y su relatividad”

No hay comentarios:

Publicar un comentario