martes, 30 de enero de 2024

Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes, ese montón de espejos rotos . J.L. Borges

 “En casa del verdugo conviene no mencionar la soga, pues de lo contrario habrá resentimiento” (Adorno), pero la forma de evitar que la barbarie se repita no es la ignorancia de un pasado que sigue muy vivo. Martín Villa ordenó quemar los archivos del Movimiento y nuestro olvido por decreto ha parido una sociedad sadomasoquista, cutre y de lucios cascos. Hace medio siglo se recordaba y se callaba más de lo que se decía en voz baja porque la represión mantuvo intacta la ideología de 1939; hoy todo es ruido vacío. El dumping fiscal y marcar con la espada una raya bien gorda que separe los distintos territorios se han convertido en el monotema de unos nacionalistas de ocasión semejantes a los “alemanes de sangre y liberales por reflexión” que buscaban su historia de la libertad en las “primitivas selvas teutónicas” ante los ojos de un asombrado Marx que se preguntaba “¿en qué se distingue nuestra historia de la libertad de la historia de la libertad del jabalí, si se debe ir a encontrarla sólo en las selvas?. ¡Qué espectáculo! La subdivisión progresiva al infinito de la sociedad en las más variadas razas, que están una frente a la otra con pequeñas antipatías, mala conciencia y mediocridad brutal”.

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